Publicado en dominical de Diario de Ferrol, 14.06.2020, página 10, 34
COERTURA INFORMATIVA SOBRE PANDEMIAS(VIII): COVID-19 Y RESIDENCIAS DE MAYORES (1)
COBERTURA
INFORMATIVA SOBRE PANDEMIAS (VIII): COVID-19 Y RESIDENCIAS DE MAYORES (1)
Carlos Piñeiro Diaz,
médico del centro de salud de Narón. Magister Salud Pública
La Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea, de diciembre del 2000, especifica: Artículo
21.1. Se prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón
de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas,
lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo,
pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad,
edad u orientación sexual.
Desde el inicio de
la pandemia del COVID-19, uno de los lugares con mayor riesgo y elevada
mortalidad, en todo el mundo, ha sido el interior de las residencias de
mayores. El torbellino de las informaciones, de noticias confusas sobre el
COVID-19, destaca la referida a las personas mayores en las residencias,
provocando sentimientos y reacciones de indignación entre la población
general. Independientemente de los
análisis de los políticos, es evidente que las personas mayores han sido las
víctimas de la infección ocasionada por el virus SARS-CoV-2, reconocida como
pandemia por la OMS el 11 de marzo de 2020. Otros países, como Francia, Italia,
Canadá, Estados Unidos, sufren la misma situación de alarma en las residencias
de mayores, bajo la sospecha de que existen más muertes, no registradas como
derivadas de la enfermedad vírica y con relatos dramáticos de lo que ha
ocurrido en el interior de las residencias.
Según datos de la Red
Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE), de los más de 250.000 casos
notificados en España, las personas mayores de 70 años suponen más del 37% del
total (casi un 24% de mayores de 80 años), superando las 17.000 defunciones
(36,5%), de un total de personas fallecidas hasta mayo de 20527, habiendo sido
hospitalizados el 94, 8% e ingresados en las Unidades de Cuidados Intensivos un
61% del total de pacientes en UCI, falleciendo el 87% de forma global. El
porcentaje de pacientes mayores de 80 años con ingreso en UCI del 5% frente al
29% en el grupo de hospitalizados sin ingreso en UCI. En un análisis específico
sobre defunción se observa que los pacientes fallecidos, frente a los no
fallecidos, son significativamente mayores (edad mediana 83 vs 58 años), los
hombres están más representados, presentan más frecuentemente enfermedades de
base, neumonía y otras complicaciones respiratorias, y han sido hospitalizados
e ingresados en UCI con mayor frecuencia. El 87% de los pacientes que fallecen
tienen más de 70 años, el 95% de los mismos presentaban algún tipo de
enfermedad de base previa y el 60% padecían una enfermedad cardiovascular.
En la actualidad se alcanza
una cifra total de fallecidos de 27.136. El 56,6% de los casos de COVID-19 son
mujeres y la mediana de edad de los casos es 60 años, siendo mayor en hombres
que en mujeres (62 vs 59 años). Puede
observarse que no concuerdan los datos con lo que afirman los políticos. Conviene
realizar un análisis objetivo de la situación en la que se encuentran las
instituciones, los centros residenciales y sociosanitarios ante una pandemia,
como la del COVID-19.
En las residencias de
mayores, viven alrededor de 350.000 personas, siendo vulnerables a las
epidemias por sus características de múltiples patologías crónicas y
situaciones de deterioro cognitivo y discapacidad, con grados diversos de
dependencia, necesitando ayuda para las actividades de su vida cotidiana y con
contacto próximo de personas cuidadoras y de apoyo.
Las personas mayores
ingresadas en residencias y su personal de cuidados, tienen mayor
vulnerabilidad y un riesgo elevado al COVID-19, siendo más letal para mayores
de 60 años, tal como sugieren los datos
de la pandemia, propagándose a través de las gotitas respiratorias producidas
cuando una persona infectada tose o estornuda. El riesgo de transmisión es
elevado en entornos de atención a largo plazo, donde los adultos mayores son
especialmente vulnerables a las enfermedades respiratorias. Hay que sumar las
situaciones del interior de las residencias, donde las comidas suelen ser
comunales y se realizan actividades grupales que facilitan el contacto próximo
con otras personas, que pueden ser transmisoras de la enfermedad. Asimismo,
existe un alto nivel de trasiego de personas visitantes y de personal que les
proporciona los cuidados. En ocasiones con mínimo de profesionales
cualificados, profesionales con salarios precarios, instalaciones y recursos
insuficientes.
La Organización
Mundial de la Salud (OMS) publicó, el pasado 21 de marzo, la guía para la
prevención y control del COVID-19 en instituciones de cuidados de larga
duración, donde se recogen recomendaciones específicas para los centros, donde
considera que COVID-19 es una enfermedad respiratoria aguda causada por un
nuevo coronavirus humano (SARS-CoV-2, llamado virus COVID-19), que provoca una
mayor mortalidad en personas de ≥60 años y en personas con afecciones médicas
subyacentes como enfermedad cardiovascular, enfermedad respiratoria crónica,
diabetes y cáncer. Centros como hogares de ancianos y de rehabilitación, con
instalaciones que atienden a personas que sufren discapacidad física o mental,
con personas de edad avanzada. Las personas que viven en estos centros son más
vulnerables, con mayor riesgo de resultados adversos y de infección por vivir
cerca de otros. Deben tomar precauciones especiales para proteger a sus
residentes, empleados y visitantes. Insta a las autoridades de cada país, a
hacerse cargo de la coordinación y activación de las redes sanitarias y
sociales para garantizar la continuidad de cuidados entre las citadas
instituciones y los diferentes proveedores de atención sanitaria. En España, el
Ministerio de Sanidad publicó un primer documento técnico para la prevención y
control frente al COVID-19 en residencias de mayores, el pasado 5 marzo, y una guía
ampliada el 24 del mismo mes.
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