COBERTURA INFORMATIVA SOBRE PANDEMIAS(III); MEDIDAS NO FARMACOLOGICAS DOMINICAL DIARIO DE FERROL, página 11-35, 05.04.2020
COBERTURA
INFORMATIVA SOBRE PANDEMIAS(III): MEDIDAS NO FARMACOLÓGICAS
Carlos Piñeiro
Diaz, médico de centro de salud de Narón. Magister Salud Pública
Nunca hubiéramos
imaginado que la actual pandemia, de coronavirus COVID-19, sería retransmitida
a diario en todos los formatos informativos posibles, con mapeos actualizados
en todo el planeta por las universidades y plataformas informativas más
prestigiosas, respirando en el día a día la vida y la muerte de las personas,
confinadas en muchos países e incrementándose de forma desmesurada el consumo
de información.
El impacto global de COVID-19 ha sido
profundo, y la amenaza para la salud pública que representa es la más grave en
un virus respiratorio desde la pandemia de gripe H1N1 de 1918. Más de 3000
millones de personas permanecen confinadas en sus domicilios, y sólo observan la tragedia que ocasiona la
pandemia del COVID-19 a través de las pantallas, de los medios gráficos y de
las ondas informativas, con tiempo para reflexionar sobre las incertidumbres
que se están viviendo, las decisiones políticas, los intentos de enmascarar la
escasez con argumentos poco científicos, los mensajes que pesan como rocas
cuando sólo se enumeran cifras de muertes, de infectados, de ingresados en Unidades
de Cuidados Intensivos y de personas dadas de alta. Indagando cómo es posible
tanta información diferente entre países y comunidades, con tasas diferentes de
letalidad del virus, aparentemente, desde el 0,2 al 7,8%, según las poblaciones
y los lugares donde ocurren los hechos fatídicos, con impactantes imágenes de
cadáveres trasladados en sus féretros a la puerta de los hospitales. Pero la
televisión no supone la ciencia y es exigible que exista un análisis riguroso
de lo que está ocurriendo, sobre todo para la adecuada higiene mental de la
población.
Un denominador común
en todos los países es la escasez de recursos ante la respuesta a la pandemia y
sobre todo en las medidas no farmacológicas para la prevención y el control de
infecciones. Llama la atención cómo parecen existir criterios diferentes sobre el
uso de las mascarillas faciales de protección personal. Se supone que
debería existir un Programa Nacional de Prevención y control de Infecciones
(PCI). Según la Organización Mundial de la Salud para el funcionamiento de un
programa de PCI es crucial disponer de profesionales capacitados y con una
dedicación específica en cada establecimiento de atención de salud para
pacientes agudos. El programa de PCI nacional debe asegurar que se disponga de
las infraestructuras y los suministros necesarios para permitir la ejecución de
las directrices en vigor, la asignación de recursos humanos y económicos. Es evidente que esto no ha ocurrido en nuestro
país ni en las Comunidades Autónomas, en su totalidad, y en otros países afectados,
como en Estados Unidos donde su presidente recomienda utilizar bufandas para la
protección de la población.
La dificultad para
suministrar máscaras y equipos de protección personal (EPP) ha sido la
principal preocupación de los profesionales de la salud. Ya han fallecido cinco
médicos y una enfermera en España, así como catorce médicos en Italia, por
causa de la contaminación del coronavirus y la mayoría de atención primaria,
donde escasean más los dispositivos de protección individual para infecciones. Las
estrategias de reserva de máscaras han sido muy limitadas, ante una posible
pandemia.
Las mascarillas quirúrgicas y las máscaras
FFP (Filtering Face Piece, un tipo de máscara de protección respiratoria), son
las principales medidas de barrera usadas en los centros sanitarios para evitar
que, los trabajadores de salud y otras personas (pacientes, visitantes,…)
puedan adquirir, a través de su boca y nariz, los gérmenes que colonizan o
infectan las mucosas respiratorias de los pacientes y que estos proyectan al
exterior (cuando respiran, hablan, tosen o estornudan) en forma de gotitas y/o aerosoles
. Las mascarillas quirúrgicas no se
consideran Equipos de Protección Individual (EPI). Las mascarillas
quirúrgicas Tipo I deben emplearse solo para pacientes y otras personas con el
objetivo de reducir el riesgo de que puedan transmitir infecciones, particularmente
en situaciones de epidemias o pandemias. Existen tres clases de equipos,
ordenados según eficacia filtrante creciente encontramos: FF P1, FF P2 y FF P3.
Estos equipos deben estar certificados de acuerdo con el RD 1407/2009 por el
que se regulan los EPI, lo que se evidencia con el marcado CE de conformidad.
La máscara de protección respiratoria individual (tipo FFP2), es una máscara de
filtro, destinada a proteger al usuario contra los riesgos de inhalación.,
agentes infecciosos que pueden transmitirse por aire. Lo protege también contra
el riesgo de transmisión por gotitas. Su duración de protección varía entre
tres y ocho horas, pero es difícil de soportar más allá de unas pocas horas. Con
este objetivo, las máscaras FFP son un elemento fundamental de las medidas
incluidas en las Precauciones de Aislamiento de Enfermedades de Transmisión
Aérea (o por aerosoles).
La máscara quirúrgica, tiene una eficiencia de filtración del 80 por ciento o más. Una
máscara quirúrgica incluye la fecha de fabricación y la fecha de caducidad. Las máscaras
quirúrgicas desechables no utilizadas son válidas durante unos tres años a
partir de la fecha de fabricación. Para fines higiénicos, deben reemplazarse cuando se humedezcan.
Estas máscaras solo se pueden usar durante un máximo de ocho horas y es mejor reemplazarlas
regularmente para que puedan seguir siendo efectivas y seguras de usar. La ratio
establecida en Francia, en profesionales sanitarios es de 18 mascarillas/semana
mínima.
Ante la evolución del
conocimiento científico frente al COVID-19, que traslada a las personas con
infección asintomática como motivo de su alta contagiosidad, se plantea el uso
de mascarillas de protección personal en toda la población.
No hay comentarios:
Publicar un comentario